miércoles, 27 de julio de 2011

LA NOCHE QUE NO ACABA (2010)

Ava Gardner vino a España en 1950 para rodar “Pandora y el holandés errante”, una cinta de Albert Lewin. Aquel viaje a Tossa de Mar (Gerona) le supondría una película menor en su filmografía, pero un cambio radical en su vida. En España encontró, entre artistas y toreros, la libertad que no encontraba en su país (y que curiosamente se le negaba a millones de españoles). Aquella actriz, conocida como “el animal más bello del mundo”, parecía tenerlo todo: una belleza extraordinaria, fama internacional, fortuna… y sin embargo era una mujer tremendamente desgraciada.

Ava Gardner se sentía muy sola y esta tierra le brindó la posibilidad de divertirse y de relacionarse. Cuentan que, cuando se levantaba de la silla en una fiesta, su belleza era tal que provocaba que se creara un vacío a su alrededor, como si de una diosa se tratara. Ella necesitaba compañía, contacto físico, amor. Angustiada emocionalmente, bebía y se abandonaba. Aquellas noches que no acababan eran su escapatoria, huyendo de sí misma hacia ninguna parte. Ansiaba ser madre y esposa, pero murió sola tras tres bodas fracasadas y una búsqueda incansable de la felicidad.
Isaki Lacuesta, director de cine gerundense, es uno de los pocos artesanos audiovisuales que quedan en nuestro país. El realizador cuenta esta historia con mucha delicadeza y mucho respeto hacia la diva. No pretende en ningún momento destruir el mito, solo quiere ahondar en su humanidad haciéndonos partícipes con mucha elegancia de su dolor. Basándose en la obra “Beberse la vida: Ava Gardner en España”, ensayo del escritor y crítico de teatro Marcos Ordóñez, Lacuesta nos muestra la evolución de la belleza de Ava. El contraste (tanto exterior como interior) entre la mujer joven y la mujer mayor se hace patente ya desde el magnífico cartel del documental en el que el desgarro del papel divide el rostro de la actriz en dos partes.  A medida que sus facciones se devastaban, su expresión adquiría más fuerza.
Ava Gardner fue una esclava de su cuerpo, una mujer que nunca llegó a encontrarse a sí misma. “En esta profesión no se llega nunca”, le comentó, ya mayor, a Silvia Marsó en el rodaje de la película “Harem” (1986). Y en su vida tampoco llegó nunca.

Recitada por Ariadna Gil y Charo López, esta tragedia personal está contada con serenidad, como si fluyera suavemente junto a la existencia de la protagonista. A diferencia de la mayoría de los documentales españoles, en este no es la palabra la que predomina, sino la imagen. Un montaje exquisito compone un largometraje muy interesante y conmovedor. Según el propio director, la cinta es “un viaje en el tiempo. Es como un intento de exorcismo y resurrección igual que en el cuadro de El Prado “Las edades de la muerte” de Hans Baldung Grien. Él tenía sólo un modelo de mujer al pintarlo y de ahí tuvo que hacerla joven y vieja.  Esto es algo que te permite hacer el cine y no la pintura». 

lunes, 18 de julio de 2011

HISTORIAS DE LA RADIO (1955)

El cine español de los años 50 es un valioso documento sobre la España de aquel tiempo, una España muy diferente a la actual (aún cuando seguimos contando con ciertas reminiscencias de entonces). Con sus grandes virtudes y sus grandes defectos, aquel era un mundo mucho más entrañable y solidario, pero también infinitamente más reprimido y miserable. A las nuevas generaciones les (nos) resulta increíble ser hijos, nietos, de aquel país. Pero lo somos, y en ese sentido es tremendamente educativo, además de muy hermoso, recuperar y descubrir el universo del Madrid de 1955 (tanto en su capital como en sus pueblos) en “Historias de la radio".
     
En un mundo en el que todavía no existía la televisión (faltaba un año para que el milagro llegara a los hogares más adinerados), la radio era un elemento fundamental en torno al que giraba la vida familiar y social de la población. Alrededor de la radio se reunían los amigos, de la radio nacían los sueños y a la radio pertenecían las estrellas que todos admiraban y de las que solo reconocían la voz. Empleando como núcleo del relato aquel microcosmos radiofónico, José- Luis Sainz de Heredia tejió tres historias divertidísimas (a la vez que devastadoras) cuyo resultado fue uno de los títulos más populares del cine autóctono de aquellos años, además de una de las mejores películas de su realizador. Muy a pesar de su ideología política, claramente afín y comprometida con el régimen franquista, (fue director de “Raza” en 1941, escrita por el Caudillo bajo el seudónimo de Jaime de Andrade, y del documental “Franco, ese hombre” en 1964), es inevitable reconocer en Sainz de Heredia a uno de los mejores directores de cine de nuestro país (profesión en la que se inició de la mano de Luis Buñuel).
El largometraje cuenta con un reparto maravilloso que inunda la pantalla de sentido del humor y de emociones. Aquellos actores formaban parte de la gran familia de cómicos españoles: José Isbert, Paco Rabal, Margarita Andrey, Juanjo Menéndez, Tony Leblanc, José-Luis Ozores, Angel de Andrés, Alberto Romea, Guadalupe Muñoz Sampedro, Juan Calvo, José Orjas, Adrián Ortega, Pedro Porcel… Todos ellos encarnan en esta comedia coral a personajes muy dispares, muchos de ellos azuzados por la necesidad. El director aprovechó asimismo para incluir en pantalla a personalidades muy populares de aquellos años  como lo eran el torero Rafael Gómez “El Gallo”, el futbolista Luis Molowny, la folclórica Gracia Montes, el conjunto musical los Xey, o una estrella del propio medio como Bobby Deglané (un recurrir al “famoseo” de la época  que reconocemos en cierto sentido en los Torrentes de Santiago Segura).

La película se convirtió en una de las obras más paradigmáticas de la posguerra española. A todos aquellos que, orgullosos, alardean de no ver cine español (sin más argumento que un prejuicio radicado en la propia ignorancia) les recomendamos que busquen y vean "Historias de la radio". Esto quizás les permita iniciarse en la historia del séptimo arte dentro de nuestras fronteras, y ampliar de ese modo sus conocimientos sobre la cultura de este país.

sábado, 9 de julio de 2011

CENA DE AMIGOS ("Le code a changé", 2009)

Guionista de múltiples producciones francesas,  entre ellas  clásicos como “Las locas aventuras de Rabbi Jacob” con Louis de Funés (“Les aventures de Rabbi Jacob”, Gérard Oury, 1973), o apuestas más arriesgadas como “La reina Margot” (“La reine Margot”, Patrice Chéreau, 1994), Danièle Thompson dio el salto a la dirección en 1999 con “Cena de Navidad” (“La bûche”).  Muy aficionada a la gastronomía, la incluye como un personaje más en todas sus películas, regalando asimismo una receta al espectador al final de cada cinta. En esta ocasión, la reunión de amigos y la receta final giran en torno a la preparación de un bigos, un guiso polaco emblemático. Dicen que el mejor momento para comer este “estofado del cazador” es después de una excursión invernal por los bosques de Polonia, lo que nos da la medida de lo indigesta que puede llegar a ser esta cena preparada por un matrimonio francés el día en que comienza el verano en París.
Las tragicomedias corales basadas en  reuniones de amigos o familiares son un recurso reiterado en el cine francés, y tenemos un ejemplo reciente en “Pequeñas mentiras sin importancia” (“Les petits mouchoirs”, 2010, Guillaume Canet). El juntar un repertorio acertado de actores suele ser de entrada una solución infalible para enganchar al espectador, y en este caso además juega a favor de la historia la ausencia de pretensiones (muy presentes en el relato de Canet). La directora monegasca nos ayuda a asomarnos a las constantes mentiras que reinan en muchas de nuestras relaciones personales y, a través de las miradas de Henri y Erwann, hombres de su misma edad y pertenecientes también al mundo del cine, observa como la realidad de las nuevas generaciones no ha cambiado nada respecto de las anteriores. Todo el mundo se siente obligado a transmitir bienestar y felicidad, como si lo contrario nos hiciera peor que los demás. Las  infidelidades, el hastío, el fingimiento, la opacidad… siguen gobernando alarmantemente parte de nuestras vidas, y probablemente lo seguirán haciendo mientras el mundo sea mundo. Solo el exceso de vino y el bajar la guardia a una hora avanzada de la velada permiten salir a los demonios de sus escondites.
Los protagonistas de “Cena de amigos” se reúnen todos los años el 21 de junio, día del debut estival y día de la fiesta de la música en París. Esto nos muestra una faceta diferente de la ciudad de la luz y es que, acostumbrados a un París- decorado, descubrimos una ciudad llena de vida callejera, inundada de músicos y de gentío. Y en este contexto de realidad, “Cena de amigos” es un retrato bastante bien llevado de la actualidad emocional de nuestra sociedad. Cabe destacar una curiosidad: la participación de la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes 2009, la cineasta y coreógrafa granadina Blanca Li, interpretando a una profesora de flamenco instalada en París.
BIGOS: receta cedida por Roman Polanski
INGREDIENTES
-       chucrut. 750 gramos
-       repollo picado. 400 gramos
-       hongos secos. 50 gramos
-       carne de cerdo sin hueso. 200 gramos
-       ternera sin hueso. 200 gramos
-       panceta ahumada. 100 gramos
-       grasa de cerdo o manteca. 50 gramos
-       cebollas picadas. 2
-       concentrado de tomate. 2 cucharadas
-       azúcar. 1 pizca
-       sal y pimienta negra. A gusto
-       laurel. 1 hoja
-       caldo de carne. 4 o 5 tazas
-       salchicha o rosca polaca (se consigue en fiambrerías). 1
-       chorizo de cerdo. 1
-       ciruelas pasas. 100 gramos
ELABORACIÓN

Enjuagar el chucrut para quitar el exceso de sal, escurrirlo y colocarlo en un bol junto con el repollo picado. Reservar.

Hidratar los hongos en agua caliente 10 minutos y picarlos.

Cortar las carnes y la panceta en cubos y dorarlas en una cacerola con la grasa de cerdo. Sumar la cebolla y rehogar unos minutos más. Incorporar el repollo, el concentrado de tomate, el azúcar, sal, pimienta y el laurel. Mezclar y agregar el caldo.

Cocinar 15 minutos, sumar los hongos, el chorizo y la salchicha en rodajitas, tapar y cocinar 45 minutos. Incorporar las ciruelas y cocinar 30 minutos más.

Lo ideal es prepararlo de un día para el otro para que tome más sabor. Servir caliente.

viernes, 1 de julio de 2011

UN CUENTO CHINO (2010)

Dolor y nobleza. Con esos dos términos define el director porteño Sebastián Borensztein al personaje principal de su última película, Roberto, un hombre amargado que se esconde tras la ficción de su propia rutina. Ricardo Darín encarna a este ferretero misántropo transmitiéndole su inigualable encanto y su mirada, insustituible incluso cuando está a medio ocultar por inmensas bolsas de hastío.

Con un lenguaje sencillo pero muy interesante que es capaz, a través de un solo plano, de girar la imagen 180 para trasladarnos desde China hasta sus antípodas (Argentina) y, atravesando  la puerta de vidrio de un escaparate, introducirnos en el microcosmos de una  ferretería, Borensztein nos narra la vida de un personaje huraño, fiel a sus horarios, que no permite ninguna fisura en su día a día. Recortar sucesos sorprendentes de los periódicos y coleccionarlos es la única actividad de la que se permite disfrutar, regalando al espectador secuencias divertidísimas que rozan el surrealismo. Pero un buen día su vida se ve interrumpida por la aparición de un hombre chino que solo habla chino y que alterará profundamente su tranquilidad. Y ese día, en contra de su voluntad, comenzará el punto de inflexión que dará un giro a su existencia.
Basada en un hecho real tan absurdo como extraordinario, “Un cuento chino” es una historia de solidaridad, pero también de amor. Y es que en la película aparece un tercer personaje fundamental, Mari, una mujer franca y muy bondadosa profundamente enamorada de Roberto. Interpretada magistralmente por Muriel Santa Ana que, deslumbrante en su alegría, ilumina la pantalla, Mari representa la felicidad que le falta al ferretero.

En la película falla el ritmo del desarrollo y sobra la alusión a la guerra de las Malvinas. Y es que la tristeza no necesita de tamaños acontecimientos para ser tristeza, y menos en una película intimista como es esta. Pero “Un cuento chino” es uno de tantos largometrajes que solo los argentinos podrían rodar, vanagloriándose de esa magnífica escuela de actores de la que disfrutan. Y además es una película que otorga al espectador el maravilloso placer de poder sonreír.