Donald
Spoto dice que Hitchcock era un hombre desdichado, lleno de desprecio hacia sí
mismo, solitario y carente de amigos, que obtuvo sus satisfacciones ejerciendo
su poder y dando vueltas a sus fantasías, además de desarrollando
comportamientos de crueldad, acoso y maltrato, en particular hacia sus actrices.
Parece que el genio cinematográfico era un ser humano lleno de complejidades (como
todos), aunque algo más de lo habitual. El Hitchcock encarnado por Anthony
Hopkins de un modo un tanto caricaturesco no tiene sin embargo ningún atisbo de
humanidad, o pocos. En la película de Gervasi, Hitch, como le llamaban los más
allegados, no deja de ser un personaje, siempre trajeado, con corbata oscura (menos en
una secuencia en la que el rechazo generalizado hacia la presentación de su
próxima película le hace vestir corbata estampada), incluso en el dormitorio. Es
una elección tal vez acertada la de presentar de este modo al maestro del
suspense puesto que parece que en vida nunca dejó de ser un personaje cara a
los demás y, dicen, siempre fue un enigma tanto en lo profesional como en lo
personal. Le fascinaba además hacer cameos en todas sus películas, dejándose
adorar por la claque y alimentando su ego. En ese sentido, la lectura del
largometraje como una obra al puro estilo Hitchcock protagonizada por él mismo
en la que el tonteo de Alma Reville con un guionista se convierte en el
macguffin que desarrollará una trama de suspense llena de señales, como un
pendiente sobre una fotografía o un bote de medicamento relleno de arena de
playa, y desencadenará los primeros celos del gran genio hacia su eclipsada
mujer, sus quebraderos de cabeza durante el rodaje de “Psicosis” y su
comportamiento un tanto desequilibrado en esta etapa de su vida, puede resultar
muy interesante. La vida de Hitchcock se convertiría en una de sus propias creaciones
(o mejor dicho en lo que podría haber sido una de sus propias creaciones). Pero
lo cierto es que todo queda en nada. En la película se echa de menos mayor
sofisticación y mayor intensidad emocional. El esbozo del Hitchcock siniestro que
se acerca a la naturaleza de su arte a través del retrato del genio obsesionado
por su obra que se imagina hablando con el asesino que inspiró al escritor de
“Psicosis” en el mismo escenario de los crímenes (Ed Gein), o a través del
maltrato que, al parecer, sufrió Janet Leight para que la secuencia de la ducha
quedara como la joya que es, resulta atractivo. Pero la película “Hitchcock”
carece sin embargo de la complejidad necesaria y queda excesivamente superficial sobrevolando varios
terrenos sin ahondar en ninguno. El largometraje resulta como un cúmulo de curiosidades
(verdaderas o no) sin mucho contenido y poco satisfactorio. Solo queda la
sensación de que Alma era el alma de su marido como lo es Helen Mirren de la
película.
jueves, 21 de febrero de 2013
HITCHCOCK (“Alfred Hitchcock and the Making of 'Psycho'”, EEUU, 2012)
Alfred
Hitchcock se dirige a los espectadores como lo hacía cada noche colándose en
sus hogares entre 1955 y 1962. Entonces lo hacía para presentar su serie televisiva
“Alfred Hitchcock presents”, esta vez lo hace para presentar un episodio de su
propia vida, el momento en el que decidió dirigir y producir “Psicosis” ante la
falta de apoyo de todo su entorno que no imaginaba al maestro del suspense
dirigiendo una película de terror sangrienta que además se atrevía a asesinar a
la protagonista poco después de empezar. Este capítulo sobre la vida de
Hitchcock no lo dirige él mismo (ni ninguno de sus colaboradores en la serie
televisiva) sino Sacha Gervasi, autor británico que intenta recrear el tono hitchcockiano
en este biopic metalingüístico.
miércoles, 13 de febrero de 2013
MAPA
“Mapa” es un extracto de
vida, un experimento que contiene mucha verdad, quizás demasiada, porque el
lenguaje de la vida no siempre vale para el cine. Elías León Siminiani se busca
a sí mismo, y lo hace a lo largo de 4 años y a través de una cámara para acabar
dándose cuenta de que una razón para vivir no tiene por qué ser una obra o un
amor. La felicidad puede hallarse en un pequeño montón de moras. “Mapa” es la
terapia sensible de un creador y el retrato de la inmadurez de toda una
generación. Un divertido juego de “mises en scène”.
viernes, 1 de febrero de 2013
AMOR (“Amour”, Austria, 2012)
Con la delicadeza de las cortinas de encaje de “la cinta blanca”, con
un refinamiento extraordinario y perverso, Michael Haneke vuelve a emplear esa
sutileza suya tan terrible y afilada. El director austro- alemán nos envuelve en su elegante
manto para arrastrarnos al más atroz de los sufrimientos. Con “Amor” remueve
el espíritu y habla del querer morir, del morir sufriendo y del morir de amor. Todo ello de frente, con una dureza y una desfachatez sobrecogedoras.
“Amor” habla de la desgracia de ser, de sentir, de una vida que nos
obliga a marchar a menudo sin dignidad. “Amor” es excesiva, de un exceso dramático
necesario para llegar a su desenlace, a un
final lleno de amor. La película habla de la lucha, la enfermedad, la
degradación y el sinsentido, de la sabiduría de la vejez y de la soberbia de la
juventud. Todo ello sin más música que la de los protagonistas, dos viejos
profesores de música clásica. Así transcurre la narración, bajo un silencio
asfixiante lleno de dolor, con un lenguaje sobrio de planos fijos y apacibles,
calmos como la sumisión. El ritmo de la película es el de sus personajes, un
matrimonio anciano encarnado por Jean- Louis Trintignant y Emmanuelle Riva, dos
valiosas antigüedades de la interpretación, como también lo son los
detalles de su hogar parisino, un espacio magnífico y cultivado cuajado de
pequeños gestos que han construido toda una vida. Un escenario que
acaba convertido en un lugar opresivo y estremecedor.
“Amor” es cruel y profunda, por
momentos dulce y en su mayoría terriblemente amarga. “Amor” habla del amor y la muerte, y aterra.
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