martes, 30 de octubre de 2012

BLANCANIEVES (España, 2012)

Blancanieves es la última película de Pablo Berger, cineasta español que, tras casi 10 años de espera y tras su  primer largometraje “Torremolinos 73”, vuelve al circuito con una apuesta en principio arriesgadísima, una cinta silente en blanco y negro. Cierto es que, por gracia o por desgracia, la proposición ya no resulta tan temeraria dado el reciente éxito de “The artist” (cuando la realidad es que Berger llevaba unos ocho años buscando financiación para su proyecto). Pero, sea como sea, esta adaptación con tintes surrealistas y trazos de cine negro  del cuento de los hermanos Grimm es una obra esencial y un envite totalmente diferente en el que el director no habla de homenajear los orígenes del séptimo arte sino de franqueza cinematográfica.

Con una maravillosa construcción de personajes, el realizador vasco convierte “Blancanieves” en un cuento para adultos protagonizado por las peores miserias humanas (la crueldad, la soledad, la muerte…), pero también por el sentido del humor, todos ellos ingredientes muy habituales en los cuentos infantiles.
El lenguaje de Berger es tan revelador, que el espectador olvida rápidamente estar visionando una película sin sonoro. Es tal la magnitud de la composición de sus planos, de la expresividad de los gestos y de las miradas de los personajes, que el que la ve juraría estar también escuchándola. Las interpretaciones combinan caricatura con humanidad en un coctel complejísimo elaborado por actores muy a la altura como Maribel Verdú, Angela Molina, Daniel Giménez Cacho, Ramón Barea o Macarena García (Concha de Plata ex aequo en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, junto a Katie Cosenie por la película “Foxfire”).

Adaptado a una Sevilla de los años 20, a una España casi profunda, la película es un drama, una tragedia con estructura circular. Las herramientas con las que trabaja Berger son magníficas: una fantástica fotografía en blanco y negro (Kiko de la Rica), una fusión musical que parece sonar en una sala de proyecciones de principios del siglo XX (Alfonso de Vilallonga), una ambientación cuidadísima (Alain Bainée) y un vestuario asombroso (inmenso Paco Delgado). Componentes extraordinarios para un combinado sobresaliente ligado por una planificación magnífica que es capaz de construir una de las elipsis más hermosas de la historia del cine reciente tras una sábana tendida. Berger demuestra ser alumno aventajado de Stroheim, Gance, Dreyer o Murnau (sus máximos referentes según sus propias palabras).

“Blancanieves” hace sentir inteligente al espectador, y quizás sea el segundo eslabón de una nueva cadena de cine mudo. La película competirá en la preselección de los Oscars para el apartado de mejor película de habla no inglesa. Esperemos que la notoriedad, aún caliente, de “The artist” no le reste mérito a Pablo Berger.