viernes, 22 de octubre de 2010

EXIT THROUGH THE GIFT SHOP (2010)

A pesar de ser el “street art” un arte tan cercano, es sin embargo un gran desconocido para nosotros, ya que en España no hay una verdadera cultura de “street art”. Y es que no es artista callejero el que con un spray llena de garabatos, y de forma indiscriminada, las fachadas de los edificios. El verdadero artista reflexiona sobre su obra, la prepara, estudia el lugar donde la va a ubicar... el arte de la calle es un arte que puede llegar a tener una gran calidad. Y en ese sentido “exit through de gift shop” es muy interesante porque nos desvela muchos secretos de este arte y de sus artistas, aunque la película se vuelva finalmente en contra de su sentido inicial.
El “street art” se nos da a conocer en el documental a través de la cámara de un realizador amateur, Thierry Guetta. Thierry, un personaje tremendamente peculiar y obsesivo, descubre una cámara y decide que nunca más volverá a separarse de ella. Esta obsesión, derivada de un trauma infantil (la perdida prematura de su madre le lleva a querer captar cada instante de su vida como si fuera único)  le hará grabarlo absolutamente todo. Un día, en una reunión familiar, descubrirá que su primo es Invader, un artista urbano que llena de pequeños mosaicos  las calles de las ciudades. Tras grabarle trabajando, Thierry se apasionará por el tema y se dejará sumergir en el mundo de este arte en principio marginal. Irá tras todos aquellos artistas que se dejen grabar, aprendiendo sus técnicas, sus planteamientos, sus secretos y conociendo las mejores ubicaciones para colocar sus obras.
Guetta llega con su cámara en el momento oportuno al “street art”. Es el momento en el que los artistas están comprendiendo que Internet les está haciendo mucho bien propagando su arte más allá de los límites de la ciudad, y aumentando su permanencia (el arte urbano es muy efímero). La cámara de Guetta será una ayuda más en ese sentido.
 Tras conocer a todos los artistas urbanos que le rodean, el francés se obsesiona por la figura de Bansky, un gran artista callejero británico de rostro desconocido, un mito en su terreno, un personaje muy polémico por su obra y sus montajes en el mundo entero, y por su anonimato e invisibilidad. Guetta acabará contactando con Bansky “milagrosamente” y grabará su trabajo en la calle y en su taller, conociendo así su infraestructura, su obra, la reacción de los viandantes al descubrirla...  incluso acabarán siendo amigos: Guetta se convertirá en su cómplice.

Bansky, ante la evidencia de que el arte urbano está perdiendo su sentido inicial y se está convirtiendo en una locura en la que parece contar sólo el dinero, convence a Guetta de que monte un documental sobre el “street art” con todo el material que tiene grabado para mostrarle al público la verdadera historia de este arte. El francés acepta y se pone a trabajar en ello, pero el resultado es lamentable. Así que Bansky decide hacerse cargo él mismo de las cintas, mientras anima a Guetta a hacer un poco de arte para que tenga una nueva tarea en su pequeño mundo obsesivo. Y este consejo convierte a Guetta en un artista renombrado y millonario de un día para otro. Guetta toma un nombre artístico, Brainwash, invierte todo su dinero en abrir un taller y producir obras como churros basadas en las de los artistas que ha conocido, y decide montar una exhibición de enormes proporciones que parece presentar una larga trayectoria artística. Este absurdo se ve puesto en funcionamiento gracias a que los artistas a los que el francés grabó en su día le ayudan corriendo la voz del evento, y a una frase que Bansky envía por e- mail por petición de Guetta para promocionar su exposición. Guetta, con grandes dotes mercantilistas, imprime la frase firmada por Bansky en enormes carteles y los cuelga por toda la ciudad. Los medios de comunicación se hacen eco inmediatamente de la noticia y  las revistas publican como algo importante el gran evento que está por llegar, “la vida es bella” de un tal Brainwash. La ciudad de Los Angeles se convence de que Brainwash es un gran genio al que desconocía, y el día del evento las colas son interminables. El público se pega por entrar en la exposición e invierte cantidades astronómicas en la obra de un don nadie que pide fortunas como si fuera Bansky. Esta exhibición convierte a Guetta en famoso y millonario de la noche a la mañana.
Lo que en principio iba a ser un documental sobre el “street art” para contar la importancia de este arte y su verdad, acaba siendo un documental que lo pone en duda. En realidad nos pone en duda a la sociedad entera con mucho sentido del humor. Siendo Guetta en principio el que iba a montar un documental para recuperar la esencia del arte urbano, acaba siendo el emblema de cómo este arte está perdiendo su valor original. El éxito de Brainwash es además la prueba de lo absurda que es la sociedad actual y de lo “borreguiles” que somos los seres humanos. Es fácil manejarnos, igual que hacen en los museos cuando nos obligan a salir por la tienda de regalos para que consumamos, y consumimos. Estamos en manos no sólo de la prensa y el audiovisual, sino de los que organizan los itinerarios en los lugares públicos, o de cualquiera que quiera correr cualquier tipo de voz.
Ante la indignación de otros artistas urbanos, Bansky se lo toma con mucho sentido del humor. Monta un documental dinámico y divertido, con una banda sonora muy adecuada (la canción estrella “tonight the streets are us” es una elección muy buena, una canción de amor dedicada en este caso al “street art” y a las calles que lo acogen) y un título que es una metáfora genial de la sociedad en la que vivimos. Bansky presenta a Guetta como un desequilibrado y, en muchos casos, un inútil (no es capaz de montar el documental, pues lo que hace en  “la vida a control remoto” es, en palabras del propio Bansky,  “una mierda”; no es capaz de llevar a término su exhibición si no es por la ayuda de los hombres de Bansky...). Es un personaje obsesivo y con pocas cualidades artísticas (verle dando explicaciones sobre su obra en la exposición, y ver con qué interés le prestan atención, es de risa) y sin embargo triunfa en el “street art” de un día para otro, cuando hay muchos artistas de gran valía que llevan años trabajando y esforzándose sin conseguir nada.

Bansky parece haberse dado cuenta en el transcurso de esta historia de que, al final, el arte urbano se está desvirtuando y el triunfo en el sector es una cuestión puramente mercantilista. La última secuencia simboliza perfectamente la conclusión a la que parece haber llegado: el “street art” ha acabado siendo la obra de cualquiera que, con un spray y sin ningún criterio artístico, pinta una frase millonaria en cualquier muro, muro que cualquier máquina de obra destruirá en cualquier momento y en pocos segundos.

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