jueves, 17 de noviembre de 2011

LAS AVENTURAS DE TINTÍN: EL SECRETO DEL UNICORNIO (“The adventures of Tintin: secret of the unicorn”, EEUU, 2011)

En cuanto el espectador se sumerge en los sobresalientes títulos de crédito de la película, le queda claro que la intención de sus creadores es la de respetar plenamente el espíritu de Hergé en su adaptación cinematográfica. Y así es la última película del director Steven Spielberg y del productor Peter Jackson: un ejercicio atento y meticuloso de adaptación en el que, sin olvidar las necesidades del lenguaje cinematográfico, pretenden dejar patentes los principios básicos del trabajo del historietista belga.
No es la primera vez que vemos aplicada la técnica de Motion Capture consistente, básicamente, en que los actores interpretan y las imágenes rodadas se digitalizan para convertirlas en animación. Pero por alguna razón en este largometraje el método se siente como un procedimiento nuevo, diferente. La maestría en su utilización, la estética fascinante, nos hacen pensar que esta podría ser la técnica perfecta para llevar a la pantalla las peripecias de Tintín, captando el alma de los personajes y humanizándolos.
El guión de Steven Moffat, Edgar Wright y Joe Cornish es una síntesis muy interesante de tres de los episodios más inolvidables del joven periodista: “El cangrejo de las pinzas de oro”, “El secreto del unicornio” y “ El tesoro de Rackham el Rojo”. El ritmo de la película respeta la cadencia serena del cómic, con excepción de dos o tres secuencias frenéticas necesarias probablemente en una película de aventuras de estas características.

No parece adecuado acusar a Steven Spielberg de destruir la famosa línea clara de Hergé. Cabe pensar que el cine y el cómic son lenguajes diferentes que necesitan de herramientas distintas. De hecho, lo inteligente en una adaptación es saber adaptar las fórmula originales a formas de expresión nuevas, propias del lenguaje final. Antonio José Navarro, en un escrito sobre esta película publicado en la revista “Dirigido por”, se queja de que el flequillo de Tintín se mueva en escena… ¿Cómo ha de ser de otro modo en un arte que se basa en el movimiento? Y quiero creer, además, que si Hergé hubiera diseñado los encadenados visuales de esta adaptación lo habría hecho con la misma delicadeza con la que lo ha hecho Spielberg.
El director norteamericano demuestra poseer madurez suficiente para aparcar fórmulas propias y adoptar expresiones cinematográficas no incompatibles con el lenguaje hergiano. “Las aventuras de Tintín: el secreto del unicornio” es un producto comercial de mucha categoría en el que la imaginación de Georges Rémi y el talento de Steven Spielberg conforman un todo deslumbrante. Esperamos con ansiedad las próximas entregas que completan la trilogía, una basada en “Las siete bolas de cristal”, “El loto azul” y “Tintín en el Tíbet” y la otra en “Objetivo: la luna” y “Aterrizaje en la luna”.
Y no podemos irnos sin decir… ¡Mil millares de mil millones de rayos y truenos!

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