viernes, 20 de abril de 2012

KISEKI, Milagro ("Kiseki", Japón, 2011)

Koichi y Ryunosuke son dos hermanos de 12 y 10 años respectivamente. Viven en ciudades distintas porque la separación de sus padres les ha llevado a ello, el primero con la esperanza de que la vida les reúna de nuevo, el segundo confiando en que la fraternidad sea un hilo invisible que no les separe jamás. Un día les llega el rumor de que todo aquel que presencie el cruce de dos trenes bala que unirán Kagoshima y Hakata el día de su inauguración verá sus deseos cumplidos. Y así comienza la historia.

La última película del director, guionista y montador nipón Hirokazu Kore-eda es una obra costumbrista en la que, a través de dos niños y de sus amigos de colegio, el realizador japonés nos hace un retrato  muy enriquecedor de la vida familiar en su país. Kore-eda, premiado en múltiples ocasiones por sus anteriores trabajos, trata con suma delicadeza el universo infantil como ya lo hiciera en “Nadie sabe” (2004, tal vez su mejor película) o en “Still walking” (“Caminando”, 2008). El largometraje dibuja además unos perfiles adultos que se comportan, según palabras del propio director, como él mismo quisiera comportarse: como una padre que espera tranquilamente en casa a que sus hijos regresen de vivir sus aventuras.
Los hermanos Maeda, un dúo cómico autóctono que encarna en su primera película a los dos protagonistas, son un auténtico hallazgo. Ambos, Koki y Ohshiro, interpretan con una naturalidad sorprendente y de dos maneras tremendamente distintas a Kiochi y Ryunosuke: el mayor con serenidad y rectitud, el pequeño, siempre corriendo, con un entusiasmo desbordante. Lo mismo ocurre con la mayoría de los niños que actúan junto a ellos en la película, ninguno parece estar interpretando. El grupo de actores adulto que les rodea alimenta además lo amable del resultado, teniendo varios de ellos muchas tablas y siendo muy populares en su país.
  
En “Kiseki”, el planteamiento y el desenlace son mucho más acertados que el nudo, con excesivo metraje para lo sencillo del argumento. La película pierde el ritmo a ratos convirtiéndose en una producción irregular. No obstante, el lenguaje es elegante con planos emocionantes, y el producto final es una película tierna con momentos divertidos y conmovedores.

jueves, 12 de abril de 2012

EXTRATERRESTRE (España, 2011)

En la última película de Nacho Vigalondo, no hay prólogo ni circunloquios. Directa y llanamente, los personajes se ven invadidos por seres de otro mundo al despertar de una borrachera, al inicio del largometraje. Con un planteamiento altamente surrealista, a la sorpresa inicial le sigue la asunción de la situación y el transcurrir de la existencia. Qué más da quién nos invada, la vida sigue.

En “Extraterrestre” no hay más extraterrestre que el miedo a lo desconocido o la deformación de la realidad. El platillo volante de 7 km de diámetro que flota de un día para otro sobre la ciudad de Madrid se alza como metáfora de cualquier conflicto que pueda amanecer con nosotros en un día cualquiera. Basándose en la ciencia ficción, el director y guionista cántabro nos empuja sin rodeos a la realidad en la que vivimos, un momento en el que todo parece inclinado a desmoronarse a nuestro alrededor y los seres humanos tendemos a olvidar la importancia de las cosas. En esta comedia intimista, que no arranca (ni lo pretende) carcajadas, los visitantes de otra galaxia son lo de menos y nada es lo que parece. Solo el egoísmo humano, capaz de anteponerse al apocalipsis, prevalece.

En el panorama cinematográfico español actual, “Extraterrestre” es una producción muy inteligente, un largometraje con un número mínimo de localizaciones y de actores que construye una propuesta muy interesante e inusual en una cinematografía cada vez más temerosa del público. Tras un lenguaje tan excesivamente parco que parece inexistente y, aunque sugestivo, muestra ciertas carencias, la última película de Vigalondo esconde mucha reflexión. No obstante, a la cinta le falta ritmo y la intención es mejor que el resultado final. Pero “Extraterrestre” es una muestra clara del potencial de su creador, y quizás una puerta abierta a una nueva tendencia en el cine español.