Koichi y Ryunosuke son dos hermanos de 12 y 10 años respectivamente.
Viven en ciudades distintas porque la separación de sus padres les ha llevado a
ello, el primero con la esperanza de que la vida les reúna de nuevo, el segundo
confiando en que la fraternidad sea un hilo invisible que no les separe jamás.
Un día les llega el rumor de que todo aquel que presencie el cruce de dos
trenes bala que unirán Kagoshima y Hakata el día de su inauguración verá sus
deseos cumplidos. Y así comienza la historia.
La última película del director, guionista y montador nipón Hirokazu
Kore-eda es una obra costumbrista en la que, a través de dos niños y de sus
amigos de colegio, el realizador japonés nos hace un retrato muy enriquecedor de la vida familiar en su
país. Kore-eda, premiado en múltiples ocasiones por sus anteriores trabajos,
trata con suma delicadeza el universo infantil como ya lo hiciera en “Nadie
sabe” (2004, tal vez su mejor película) o en “Still walking” (“Caminando”, 2008).
El largometraje dibuja además unos perfiles adultos que se comportan, según
palabras del propio director, como él mismo quisiera comportarse: como una padre
que espera tranquilamente en casa a que sus hijos regresen de vivir sus
aventuras.
Los hermanos Maeda, un dúo cómico autóctono que encarna en su primera
película a los dos protagonistas, son un auténtico hallazgo. Ambos, Koki y
Ohshiro, interpretan con una naturalidad sorprendente y de dos maneras
tremendamente distintas a Kiochi y Ryunosuke: el mayor con serenidad y
rectitud, el pequeño, siempre corriendo, con un entusiasmo desbordante. Lo
mismo ocurre con la mayoría de los niños que actúan junto a ellos en la película,
ninguno parece estar interpretando. El grupo de actores adulto que les rodea alimenta
además lo amable del resultado, teniendo varios de ellos muchas tablas y siendo muy
populares en su país.
En “Kiseki”, el planteamiento y el desenlace son mucho más acertados
que el nudo, con excesivo metraje para lo sencillo del argumento. La película
pierde el ritmo a ratos convirtiéndose en una producción irregular. No obstante,
el lenguaje es elegante con planos emocionantes, y el producto final es una
película tierna con momentos divertidos y conmovedores.