jueves, 21 de febrero de 2013

HITCHCOCK (“Alfred Hitchcock and the Making of 'Psycho'”, EEUU, 2012)

Alfred Hitchcock se dirige a los espectadores como lo hacía cada noche colándose en sus hogares entre 1955 y 1962. Entonces lo hacía para presentar su serie televisiva “Alfred Hitchcock presents”, esta vez lo hace para presentar un episodio de su propia vida, el momento en el que decidió dirigir y producir “Psicosis” ante la falta de apoyo de todo su entorno que no imaginaba al maestro del suspense dirigiendo una película de terror sangrienta que además se atrevía a asesinar a la protagonista poco después de empezar. Este capítulo sobre la vida de Hitchcock no lo dirige él mismo (ni ninguno de sus colaboradores en la serie televisiva) sino Sacha Gervasi, autor británico que intenta recrear el tono hitchcockiano en este biopic metalingüístico.
Donald Spoto dice que Hitchcock era un hombre desdichado, lleno de desprecio hacia sí mismo, solitario y carente de amigos, que obtuvo sus satisfacciones ejerciendo su poder y dando vueltas a sus fantasías, además de desarrollando comportamientos de crueldad, acoso y maltrato, en particular hacia sus actrices. Parece que el genio cinematográfico era un ser humano lleno de complejidades (como todos), aunque algo más de lo habitual. El Hitchcock encarnado por Anthony Hopkins de un modo un tanto caricaturesco no tiene sin embargo ningún atisbo de humanidad, o pocos. En la película de Gervasi, Hitch, como le llamaban los más allegados, no deja de ser un personaje,  siempre trajeado, con corbata oscura (menos en una secuencia en la que el rechazo generalizado hacia la presentación de su próxima película le hace vestir corbata estampada), incluso en el dormitorio. Es una elección tal vez acertada la de presentar de este modo al maestro del suspense puesto que parece que en vida nunca dejó de ser un personaje cara a los demás y, dicen, siempre fue un enigma tanto en lo profesional como en lo personal. Le fascinaba además hacer cameos en todas sus películas, dejándose adorar por la claque y alimentando su ego. En ese sentido, la lectura del largometraje como una obra al puro estilo Hitchcock protagonizada por él mismo en la que el tonteo de Alma Reville con un guionista se convierte en el macguffin que desarrollará una trama de suspense llena de señales, como un pendiente sobre una fotografía o un bote de medicamento relleno de arena de playa, y desencadenará los primeros celos del gran genio hacia su eclipsada mujer, sus quebraderos de cabeza durante el rodaje de “Psicosis” y su comportamiento un tanto desequilibrado en esta etapa de su vida, puede resultar muy interesante. La vida de Hitchcock se convertiría en una de sus propias creaciones (o mejor dicho en lo que podría haber sido una de sus propias creaciones). Pero lo cierto es que todo queda en nada. En la película se echa de menos mayor sofisticación y mayor intensidad emocional. El esbozo del Hitchcock siniestro que se acerca a la naturaleza de su arte a través del retrato del genio obsesionado por su obra que se imagina hablando con el asesino que inspiró al escritor de “Psicosis” en el mismo escenario de los crímenes (Ed Gein), o a través del maltrato que, al parecer, sufrió Janet Leight para que la secuencia de la ducha quedara como la joya que es, resulta atractivo. Pero la película “Hitchcock” carece sin embargo de la complejidad necesaria y queda  excesivamente superficial sobrevolando varios terrenos sin ahondar en ninguno. El largometraje resulta como un cúmulo de curiosidades (verdaderas o no) sin mucho contenido y poco satisfactorio. Solo queda la sensación de que Alma era el alma de su marido como lo es Helen Mirren de la película.

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