viernes, 1 de julio de 2011

UN CUENTO CHINO (2010)

Dolor y nobleza. Con esos dos términos define el director porteño Sebastián Borensztein al personaje principal de su última película, Roberto, un hombre amargado que se esconde tras la ficción de su propia rutina. Ricardo Darín encarna a este ferretero misántropo transmitiéndole su inigualable encanto y su mirada, insustituible incluso cuando está a medio ocultar por inmensas bolsas de hastío.

Con un lenguaje sencillo pero muy interesante que es capaz, a través de un solo plano, de girar la imagen 180 para trasladarnos desde China hasta sus antípodas (Argentina) y, atravesando  la puerta de vidrio de un escaparate, introducirnos en el microcosmos de una  ferretería, Borensztein nos narra la vida de un personaje huraño, fiel a sus horarios, que no permite ninguna fisura en su día a día. Recortar sucesos sorprendentes de los periódicos y coleccionarlos es la única actividad de la que se permite disfrutar, regalando al espectador secuencias divertidísimas que rozan el surrealismo. Pero un buen día su vida se ve interrumpida por la aparición de un hombre chino que solo habla chino y que alterará profundamente su tranquilidad. Y ese día, en contra de su voluntad, comenzará el punto de inflexión que dará un giro a su existencia.
Basada en un hecho real tan absurdo como extraordinario, “Un cuento chino” es una historia de solidaridad, pero también de amor. Y es que en la película aparece un tercer personaje fundamental, Mari, una mujer franca y muy bondadosa profundamente enamorada de Roberto. Interpretada magistralmente por Muriel Santa Ana que, deslumbrante en su alegría, ilumina la pantalla, Mari representa la felicidad que le falta al ferretero.

En la película falla el ritmo del desarrollo y sobra la alusión a la guerra de las Malvinas. Y es que la tristeza no necesita de tamaños acontecimientos para ser tristeza, y menos en una película intimista como es esta. Pero “Un cuento chino” es uno de tantos largometrajes que solo los argentinos podrían rodar, vanagloriándose de esa magnífica escuela de actores de la que disfrutan. Y además es una película que otorga al espectador el maravilloso placer de poder sonreír.

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